Mitos

Un don del rancho me dijo hace poquito que el mundo es una bola, está dando vueltas, y la gente en él está también siempre dando vueltas.
Me gusta creer que en esas vueltas siempre pasamos por los mismos senderos, las mismas disyuntivas. El genio de nosotros, humanitos falibles y curiosos, es que de vez en cuando alguno puede saltar con una respuesta totalmente nueva a un problema, e inventarse un nuevo paso de sopetón. Pero fuera de esos atajos que tarde o temprano nos vuelven a llevar a algún otro camino conocido, me parece que llevamos milenios viviendo las mismas historias.
Por eso son tan fuertes los mitos e historias griegos, por ejemplo. En cada una de las historias se puede uno topar con cosas que aún ahora se viven, casi con los mismos sentimientos. Un personal favorito, por razones ya conocidas, es el de Creso, que más bien es una historia que sale en uno de esos paréntesis gigantes de Herodoto. Y viéndolo bien, a todos nos pasa: El hombre era un rey que alguna vez oyó en el oráculo que su hijo mayor moriría una muerte violenta, así que cuando vino la siguiente guerra, decidió sacarle la vuelta al destino y no dejar que su hijo fuera, para no arriesgarlo. Por entonces llegó al reino un monito cuyo nombre no recuerdo, sólo que significaba “Inevitable” y pidió asilo. El rey luego luego lo puso de guardaespaldas de su hijo, y en una de esas, cuando andaba el pobre hijo aburrido de caza, pasa…pues precisamente lo inevitable. El guardaespaldas mandó un lanzazo a alguna presa y mató al hijo. La moraleja? No se puede huir del destino, porque a veces en los mismos pasos que tomas para evitarlo, tú mismo vas a caer.
Otros rostros griegos que uno se topa cotidianamente son los de Pigmalión, que se enamoró de la escultura que él mismo creó; Odiseo y Penélope, en ese larguísimo juego de ausencias y esperanzas; Orfeo, cuya música aplacaba a las fieras (quiero sus discos) y que bajó al inframundo para recuperar a su mujer; Ícaro, que valió madres por querer alcanzar el sol; la hija de Démeter que no me acuerdo cómo se llamaba pero que ya no se pudo salvar del inframundo porque, por curiosa, se le ocurrió comerse una uvita que vio por ahí (pequeños actos, grandes consecuencias). Si tuviera tiempo y habilidad, haría un test de Facebook que se llamara “¿Qué mito griego eres?”

0 comentarios: