diarios de viaje

-En la Northface de 72nd street and Broadway, NY. 6 de diciembre 2011-

Oldschool styling meets newschool materials.
Ésa parece ser la esencia de nuestra época, de nuestra civilización occidental. Desencantados con el toque impersonal que la modernidad le ha dado a todo, volvemos la vista hacia las viejas, queridas, afectivas formas que la memoria ha consagrado como parte de una vida en la que -imaginamos recordar- todo era más seguro, quizás por ser más sencillo.

Todo eso sin renunciar, claro, a la tecnología: los nuevos materiales, la practicidad de nuestro tiempo y de nuestros gadgets más adorados.

Es como encuadernar en el más bello estilo dieciochesco a un Kindle...y júralo que habrá estuches de kindle, iPad o lo que sea que se vean como libros antiguos.

Queremos la practicidad de lo nuevo, y volver a la belleza cálida de lo antiguo. Queremos, aparentemente, todo. La nuestra es una civilización que se rehúsa a renunciar, que no sabe cómo.

"Disfruta desconectarte sin perder la conexión", reza un anuncio del metro para el internet inalámbrico, y una vez más se resume todo en una gran paradoja. Cambio y permanencia. Liberación sin perder contacto. La era de los oxímoron, tal vez.

¿Pero por qué nos cuesta tanto elegir sólo una vía? Ésta no parece ser época para puristas, sino más bien para aquellos que están en paz con el hecho de ser una contradicción andante.
El New Age es otro ejemplo de lo mismo, con su manía por tomar "lo mejor de tantas creencias espirituales"...sin comprometerse realmente con ninguna, claro está.

Toda elección -sigue sonando en mi cabeza- implica varias renuncias. Pero en éste, el país del consumismo; en la época en la que la capital del mundo ES el país del consumismo, se nos ofrece la mágica posibilidad de no elegir.

You can have it all: practicidad y belleza, modernidad y nostalgia. Lo mejor de cada tradición, de cada pueblo, sin tener que fletarte las consecuencias feas. Es una promesa tan llamativa como las luces de Times Square, y sin embargo, no puedo evitar preguntarme que hay detrás; qué nos estamos perdiendo al evitar los tragos amargos.